El mundo de los negocios está afectado por estereotipos que buscan encasillar a las mujeres. Sin embargo las historias de emprendedurismo de Doña Magdalena y Doña Zuly , son testimonios claros de que las mujeres costarricenses tienen capacidad de sobra para salir adelante y romper esquemas.
En Nativu nos apasionan las personas quienes se proponen retos personales y buscan impactar positivamente a otros.
Magdalena Hernández de 66 años y Zuly Castillo de 58 años – ambas vecinas de Moravia – se han embarcado exitosamente en la aventura de concretar sus propios negocios.
Por un lado, Doña Magdalena tiene poco más de 25 años de dedicarse a dar clases de “quilting” (que es el arte de confeccionar cosas con trozos de tela). Todos sus proyectos se destacan por ser hechos a mano y muchos de los diseños son originales. La dedicación y el cariño con los que trabaja se hacen notar en sus obras finales. De acuerdo con ella representan la combinación entre el amor por su mayor hobby y la responsabilidad y compromiso de ofrecer a sus clientes un trabajo de calidad.
Su buena fama no ha sido para menos y ha tenido tanto éxito que actualmente tiene su cupo lleno con 10 estudiantes fijas, quienes se reúnen semanalmente a coser y a compartir entre amigas y artistas un tiempo bonito y fuera de la rutina.
No solo ha encontrado en este emprendimiento buenas amistades, sino que también habilidades que no sabía que poseía y que ha llegado a desarrollar con mayor conciencia. Como por ejemplo la virtud de la paciencia y el talento para diseñar y combinar formas y colores.
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Si bien es demandante, Doña Magdalena agradece la estabilidad económica con la que ha logrado independizarse para “darse sus gustitos” y la cual además la mantiene activa compartiendo algo que le gusta.
Doña Zuly fue alumna de Doña Magdalena, con ella descubrió su pasión por las artes manuales y ha hecho sus propias creaciones en “quilt”. Además es autodidacta y hace año y medio que emprendió un negocio de impresiones con “cameo” donde recibe pedidos para personalizar jarras, llaveros, cajitas, tarjetas, camisetas y todo cuanto se le pueda ocurrir.
De igual manera, advierte que el camino del emprendedurismo no es fácil. Se necesitan destrezas, tiempo, esfuerzo y puede ser un proceso agotador a momentos, pero el fruto lo vale.
Anteriormente había laborado como secretaria en el colegio Lincoln y en la Universidad Latina de Costa Rica por aproximadamente 20 años. Sin embargo, ella asegura que con su negocio propio ha alcanzado un nivel mayor de independencia. Agradece haber tenido esas experiencias laborales – o ciclos como les dice ella -, pero actualmente está sumamente alegre con su decisión. Ve al trabajo como una bendición y procura siempre hacer lo mejor posible.
Tanto Doña Zuly como Doña Magdalena son mujeres ejemplares que evidencian la fortaleza y el potencial de las mujeres empoderadas. Además de la calidad de sus productos, ellas dejan como enseñanza que nunca es tarde para aventurarse en un nuevo emprendedurismo o proyecto de vida, que los riesgos dan resultados y más importante aún: ¡Que la vida hay que vivirla felices!